Ayer hablaba de como la 4ta Revolución Industrial, esa liderada por la digitalización de la economía, la automatización, la impresión en 3D y la Inteligencia Artificial terminará acabando con la clase media como la conocemos.
No lo digo yo, lo dicen los expertos. Y todos coinciden en que nos enfrentamos a una revolución para la que no estamos preparados como sociedad. Pero, qué hacer ante ella? Cómo prepararnos para lo que viene? Como proteger a los humanos de la aniquilación laboral que se nos avecina?
Ahí es donde todos parecen discrepar.
Impuestos
Algunos, como Bill Gates, creen que lo que debemos hacer es crear impuestos para los robots que reemplacen humanos. En una reciente charla con Quartz, el multimillonario explicó su línea de pensamiento:
La propuesta es sencilla: bajo el modelo actual los trabajadores que reciben ingresos por sus trabajos pagan impuestos sobre dicho ingreso. Si un robot reemplaza un trabajador, dice Gates, ese trabajo debería también ser sujeto de un impuesto en un nivel similar.
El impuesto frenaría un poco la eliminación masiva de puestos de trabajos y el dinero recogido podría ser usado para reentrenar a aquellos que pierdan sus trabajos de la mano de robots de tal manera que puedan pasar a una labor diferente.
Gates no es el primero en proponerlo. El año pasado el Parlamento Europeo debatió este tema, aunque al final no hubo acuerdo o avance significativo.
Y es que es más difícil de lo que parece. Qué porcentaje de impuesto se debe utilizar? Como se debe tomar la inversión requerida para la adquisición y montaje de los robots dentro de la ecuación? Qué valor debe asignarse a la “remuneración” del robot si, precisamente lo que se busca, es disminuir costos y aumentar la productividad?
Ingreso Básico Universal
La otra alternativa que se ha venido explorando es la de algo que se conoce como Ingreso Básico Universal. Piénselo como un dinero que le garantiza a los ciudadanos un monto mínimo cada mes.
Personajes como Elon Musk vienen empujando la discusión del tema abiertamente y gobiernos como el de Ontario en Canadá y el de Finlandia están montando pilotos para probar su aplicabilidad y efectividad, anticipándose a lo que pueda ocurrir de aquí a 15 – 20 años.
El raciocinio también es sencillo: en la medida en que hay menos empleo y por ende menos remuneración (derivado del reemplazo de los trabajadores con máquinas), el Gobierno debería entregar dinero a sus ciudadanos para que estos puedan vivir.
Y aunque a simple vista hace sentido, el tema no es tan sencillo. Primero habría que definir a quién se le pagaría. Será solo a aquellos que pierdan su trabajo a manos de la automatización o a toda la población económicamente activa del país o región? Será aplicable para todas las cabezas de familia o para todos independiente de su edad? Qué hacer con quienes no han perdido sus trabajos e, incluso, con aquellos empresarios o empleados que se han movido a un segmento en el que la automatización aún no les pegue?
Tal vez lo mas preocupante es la consecuencia social de este tipo de herramientas. Solo hay que mirar el efecto perverso que tuvo una iniciativa similar aplicada en Venezuela por el régimen chavista. La idea era asegurar a cualquier ciudadano un ingreso mínimo garantizado que le sirviera, además de su salario, para mejorar sus condiciones de vida.
El resultado fue funesto: millones de venezolanos optaron por no seguir trabajando pues sintieron que sus salarios eran muy bajos y para ganarse “tan poco” mejor se quedaban en casa. Si a eso se le suma el hecho de que técnicamente el ingreso promedio de los ciudadanos incrementó de la noche a la mañana, se puede entender parte del efecto inflacionario que ha vivido Venezuela.
Oponerse al Cambio
Muchos legisladores, lideres sindicales y personas del común han decidido oponerse al progreso. Así como las tejedoras de comienzos del Siglo XVIII se opusieron a la industrialización de las textileras en el Reino Unido. Así como vemos – y seguiremos viendo – políticas que buscan frenar nuevos modelo de negocio (el p2p de Uber y Airbnb por ejemplo) y la adopción de ciertas tecnologías.
Así como el Brexit terminó ganando de la mano de un porcentaje de la población que ha sufrido de la mano de la globalización y que ahora espera ingenuamente que “todo vuelva a ser como antes”.
Así como Trump es presidente de Estados Unidos y su gobierno tiene una pelea frontal contra la ciencia, contra los defensores del cambio climático y contra la protección que de la naturaleza han hecho agencias como la EPA (que ahora terminará destruyendo) en su afán de recobrar empleos en industrias como la del carbón.
La oposición será corta. Y su efecto será, en el mejor de los casos, temporal.
El Camino es la Educación
En cada una de las 3 revoluciones industriales (la de la mecanización, la de la masificación y la de la computación) el impacto neto ha sido favorable tanto para la economía como para aquellos que la conforman. Si bien hay víctimas de cada uno de esos procesos que terminaron desplazados laboralmente por las nuevas tecnologías y procesos implementados, el crecimiento económico y el aumento de los empleos (en calidad y cantidad) ha sido positivo en todos los casos.
No será diferente en esta. Según el Foro Económico Mundial, el 65% de los niños que hoy comienzan su etapa educativa laborarán en trabajos que aún no existen.
La unica forma de proteger el empleo (en general) es re-pensar nuestro modelo educativo. Cambiar de un modelo que premia la memorización a uno que fomente la creatividad y la solución de problemas. En palabras de Satya Nadella, CEO de Microsoft:
When there is a lot of artificial intelligence, real intelligence will be scarce, real empathy will be scarce, real common sense will be scarce. So, we can have new jobs that are actually predicated on those attributes.” – Satya Nadella
En un mundo en el que la información técnica se vuelve obsoleta cada 3 años pensar en programas de educación de 4 y 5 no hace sentido. En un mundo en el que el cambio es constante pensar en estudiar 1 o máximo 2 veces en la vida es ilógico. En un mundo en el que la tecnología es cada vez mas importante, ser solo consumidores y no entender su funcionamiento es un suicidio.
El camino es la educación. Pero no la educación actual sino un modelo más dinámico, más permanente, más de autoservicio, más abierto. Solo así podremos “subir” como decía un lector del artículo de ayer, porque de lo contrario solo nos queda bajar.